Por Melvin Mañón
Dos procesos separados y esperanzadores están teniendo lugar: uno es el descontento de la población en general con la gestión del gobierno, el otro es el malestar que dentro del PLD ha desatado la alianza con el PRD y, derivado de esta, las decisiones que, en materia de escogencia y/o asignación de candidaturas han sido impuestas. Malestar y descontento, ambos como procesos, avanzan cuesta abajo, ganando volúmen y velocidad; caminan hacia una confluencia inevitable y potencialmente catastrófica a la vez que bienhechora.
La situación dominicana es nueva y por tanto no debería ser analizada usando los mismos indicadores y criterios de procesos anteriores. El PLD concurrió antes a un proceso electoral en medio de un ambiente de descontento e insatisfacción originado en sus políticas públicas, si es que así puede llamarse la farsa gubernamental; no solamente no habían resuelto ni uno solo de los problemas básicos del pueblo y la sociedad dominicana sino que los habían agravado de hecho. El descontento en la población hoy es por consiguiente mayor que en el periodo que precedió las elecciones del 2012. En ese entorno el PLD no pudo ganar las elecciones del 2012 a pesar de las alianzas con otros partidos ni de los errores de Hipólito Mejía y tuvieron que recurrir al fraude masivo pre-electoral, electoral y post- electoral.
¿Cómo pudo el PLD del 2012 instrumentar el fraude e imponer al señor Danilo Medina su candidato de entonces? La permanencia del PLD en el gobierno fue producto de una acción tan atrevida como ilegal de parte del Dr. Leonel Fernández respaldada por una maquinaria político electoral formidable. Cuando el Sr. Medina, ya hecho jefe de gobierno, decidió buscar la reelección, traicionó un compromiso asumido de alternabilidad y emprendió para lograrlo, una ilegalidad aun mayor que fue el soborno masivo del congreso que era la instancia que podía autorizarlo.
Esa ilegalidad tremenda, pero posible en nuestro envilecido y degradado sistema político la podía haber emprendido el propio Leonel Fernández en su provecho pero, el optó por no hacerlo en aras de consensuar la permanencia del usufructo y evitar una transgresión de la cual iba a quedar no solamente el registro documental sino la estela de mal olor nauseabundo. Danilo Medina, en cambio, acaso enloquecido tras haberse creído las mentiras de las encuestas que el mismo con nuestro dinero pagaba decidió traicionarlo todo y sobornó pues al congreso en pleno. Medina violó las leyes no escritas de la política mafiosa y muchos creyeron entonces que el precio en dinero era la única dimensión de la transgresión. Pero no era así.
El verdadero precio que el PLD está pagando con la reelección de Medina es el malestar interno, las disputas, las incoherencias, el descontento, las deslealtades, las renuncias, las denuncias, la fractura de esa formidable maquinaria político electoral sin la cual, no solamente no pueden arrear militantes y simpatizantes para votar sino que tampoco pueden instrumentar con igual efectividad la compra de abstenciones ni tampoco la compra de votos positivos. La vida hoy está mas cara, es mayor la inseguridad física, jurídica, económica y política. Medina luce físicamente acabado, sin credibilidad, sin autoridad y sin discurso; gobernando con silencios, sin haber entendido que su camino hacia la presidencia no era la promesa de impunidad a Leonel sino la denuncia de sus manejos y que de este pecado original han derivado todos sus infortunios que apenas ahora, empiezan a hacerse manifiestos y cuya consagración es la confluencia anunciada.
El soborno del congreso y la compra de los legisladores y del PRD resultaron un negocio redondo no para Medina sino para Miguel Vargas quien logró vender una franquicia devaluada no por lo que valía sino por lo que el comprador creía que valía. PRD y PLD son aceite y vinagre. Ningún negocio en la cúpula arrastra ni compromete a las bases. Por lo tanto, Medina ha logrado fracturar la misma maquinaria que era el único motor capaz de imponerlo nuevamente en otro proceso electoral aun mas fraudulento que el anterior.
Por eso he escrito y reitero. Todavía el Sr. Medina, aunque en franca disminución tiene posibilidades de quedarse pero de ganar voto a voto, no tiene ninguna. Entonces y para los que quieren mejor entender nuestros escenario político vale insistir que, siendo la situación de ahora muy distinta a la del 2012, no pueden ni deben aplicarse los mismos indicadores y criterios. La pregunta que hay que hacerse no es si Luis Abinader será capaz de derrotar a Medina. No señores. La pregunta es quien o quienes dentro del escenario de aspirantes existentes y por venir resultará beneficiado del voto de castigo que como maleficio de bruja será infligido al Sr. Medina con la activa, inevitable y necesaria colaboración del propio Dr. Leonel Fernández quien lucha por su propia supervivencia política.